Nietzsche y Laozi: la emergencia de la espontaneidad y el naturalismo en dos inconformistas separados en el tiempo y espacio
Seguidor de la masa o autor de la propia vida. En el “Ocaso de los Idolos”, Nietzsche se dedica a tantear con un martillo los ídolos erigidos por la modernidad y, después de comprobar que están huecos, los destruye a martillazos (hace filosofía con un martillo en la mano). Les encuentra poca solidez y valor.
Nietzsche se refiere a ideas que ahora se dan por supuesto: la supremacia de la razón, la bondad del progreso continuo, el ideal supra mundano, la validez de sistemas de conocimiento e ideologías… Y ya con ellos en el suelo y destrozados deja el camino despejado para la autenticidad y la creatividad.
Una actitud similar se encuentra, aunque una gran distancia temporal y espacial, en los sabios taoístas de China, seguidores de la filosofía de vida de Laozi y de Zhuangzi. Los pensadores taoístas cuestionaban los ídolos que la corriente imperante del confucianismo había erigido en China: la importancia del formalismo, de las normas y de los ritos. Ellos defendían, por contra, la simplicidad y la armonía con la naturaleza.
Destrozando ídolos
1 Espontaneidad y autenticidad
Nietzsche se rebela contra la imposición de la razón como principio rector. El hombre es más que su mente racional. Se pregunta dónde queda el cuerpo, las emociones…, la naturaleza del hombre. Estos elementos constitutivos de él desempeñan un papel en su vida y son más que meros acompañantes de la razón. La vida auténtica es la espontánea y creadora.
El sabio taoísta vive de acuerdo con la naturaleza, fluye como el agua, adaptándose a las circunstancias, sin enfrentarse y chocar con la realidad. Sigue las leyes de la naturaleza. Actúa sin forzar (wu wei). Cómo puede ser esclavo de la razón alguien que piensa que no sabe si el sueño que tiene sobre una mariposa es realmente su sueño o es que él es la mariposa soñando (Zhuangzi).
2 Aceptación de la vida
Nietzsche lo llama amor fati, amor a todo lo que venga, tanto si es placentero como si no lo es. De lo placentero se deleita uno y de lo no placentero se aprende. Lo que no mata engorda. Pero aceptación no significa resignación.
Hay ineludiblemente un yin y un yang impregnando el mundo. El sabio taoísta acepta lo que le viene y no se opone. No se deja perturbar por los vaivenes de la vida. Los problemas son medicinas para él. El yin lleva las semillas del yang. Las cosas en algún momento se transforman en lo opuesto, una planta nace de la tierra y al final sus hojas caen y el tallo se desintegra volviendo a su origen.
3 El aquí y ahora frente a lo súper mundano
Para Nietzsche las teorías y dogmas sobre el más allá o la salvación son meras elucubraciones, sin ningún tipo de fundamento, que únicamente llevaban a actuar de mala fe. Consideraba el ascetismo como la negación de la vida. Para él, todo ello no hace más que alejarnos de que tenemos delante cada día, lo concreto y natural.
Para los taoístas la naturaleza, esto es el cielo, la tierra y los seres que la habitan, es el Dao. Decían que la salud, la longevidad y hasta la inmortalidad se conseguían auto cultivándose con ejercicios de alquimia interna, sin ayudas extra mundanas.
4 Superación de lo convencional y artificial
Para Nietzsche la conocimiento creciente y los sistemas e ideologías nos hacen vivir en un mundo de ilusión alejados de la realidad, que por otro lado en el fondo apenas podemos conocer. Hay muchas perspectivas con mayor o menor válidez. Entonces no tiene sentido ser parte el rebaño, ni dejarse nivelar, abdicando de la responsabilidad de crecer y dirigir la propia vida. Y tampoco ser mero espectador. Para él la vida es como una obra de arte desde que uno nace hasta que muere. La auténtica libertad es la de crear y emplear la propia energía para cultivarse y crecer. Pero ello exige valor.
El taoísta no da importancia a las convenciones, enfatiza el vacío y el fondo sobre la forma. Decían: “vacía la cabeza y llena el estómago”. Proponen huir de la conceptualización y del lenguaje. Si cuando se percibe una planta se intenta nombrarla o clasificarla, se deja de observarla y apreciarla en su entorno, en su fondo. Los conceptos alejan de la realidad, y aumentan la ignorancia.
5 Cuestionamiento del progreso
Nietzsche duda que exista progreso real en los diferentes campos, donde impera la cruda razón. Para él hay más bien un hundimiento progresivo, pues el hombre vive como esclavo de lo artificial a costa de la naturaleza. Le infringe daño, y como consecuencia también a sí mismo.
El sabio taoísta prefiere quitar sofisticación a añadir y elaborar. Prefiere vivir con desapego, para dejar abiertas todas las posibilidades. No tiene sentido empeñarse en llenar más una taza que ya está desbordando. Para él, menos es más.
Acción-reacción y dialéctica
Nietzsche es hijo de la modernidad que cuestiona, y Laozi lo es de una sociedad de orden confuciano. Ambos reaccionan a sus tradiciones.
Ya en los tiempos de Nietzsche el continente europeo había recibido la influencia de las sabidurías orientales, aunque inicialmente de forma algo distorsionada. De hecho Schopenhauer, maestro de Nietzsche, fue muy influenciado por el hinduismos y el budismo. Es posible que los ecos del taoísmo chino llegaran a Nietzsche.
Los espíritus inconformista y críticos producen desasosiego, pero inducen a pensar de forma dialéctica entre el progreso y lo natural, entre la sistematización impuesta por la tradición y la vida auténtica y creadora. Se trata de encontrar el justo medio entre vivir en un montaje ilusorio como borrego o hacerse artista autor de la propia vida.
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