La persona tutora trae empatía y la tutelada expectativas, creando ambas una alianza para avanzar juntos
La figura del maestro, del que ayuda en la sanación o en el aprendizaje, o del que muestra el camino de la sabiduría existe desde el principio de la humanidad. Es frecuente preguntarse qué hacen los buenos maestros para que su labor sea efectiva, o lo que es lo mismo, cuáles son los ingredientes clave para ayudar a una persona a cambiar o a liberarse de sufrimiento y mejorar su bienestar o simplemente recuperar el control de la vida. Esta figura de ayuda terapéutica es la figura genérica del tutor. Se puede llamar de diferentes maneras según el contexto: maestro, consultor personal, coach… Así se tienen diferentes díadas: maestro – alumno, tutor – tutelado, trabajador social – usuario del servicio social, psicoterapeuta – paciente, gurú – chela, coach – cliente, acompañante – acompañado…
La psicología lleva estudiando estos ingredientes fundamentales en su campo desde hace décadas. Son los factores comunes de la psicoterapia. Estos factores en lo esencial son extrapolables a cualquier interacción entre dos personas en la que una necesita ayuda para cambiar y la otra con más competencia, conocimiento, equilibrio y posición le ayuda en el cambio.
Todo cambio de una persona en el fondo es una auto transformación y por tanto la terapia y en general el aprendizaje es simplemente una auto transformación tutelada por un tutor.
En psicoterapia existen diferentes modelos y tipologías, como las técnicas cognitivo conductuales, psicoanalíticas, humanísticas, tercera generación, contemplativas… La ya basta experiencia de la psicoterapia, recogida y estudiada en numerosos meta análisis, demuestra que los factores comunes afectan al éxito de la terapia en mucha mayor medida que la técnica específica empleada.
Saul Rosenzweig, en un artículo clásico de 1936 titulado Some Implicit Common Factors in Diverse Methods of Psychotherapy, fue quien introdujo el concepto de factores comunes y explicó su importancia.
Dos grandes figuras con significativa influencia en este campo han sido Carl Rogers y Jerome Frank. El psicólogo humanista Carl Rogers en 1957 propuso, a partir de su visión humanista, que en una psicoterapia efectiva el terapeuta ha de establecer una relación basada en empatía, respeto y autenticidad.
Por otro lado, el psicólogo Jerome Frank en su libro ya clásico Persuasion and Healing de 1961 resaltó el papel de la esperanza y las expectativas del que necesita ayuda. Las expectativas están muy relacionadas con el llamado efecto placebo, que ya ha sido ampliamente estudiado y contrastado no solo en psicoterapia, sino en la curación en general en diferentes ámbitos (mágico, espiritual…).
La interacción típica en psicoterapia se caracteriza por un escenario en el que por una parte hay un profesional cualificado en posición de autoridad y competencia y por otro un paciente o cliente que viene con problemas que le causan insatisfacción a él o a su entorno y busca una solución, o simplemente desea mejorar.
Los ingredientes o factores comunes aportan luz sobre las claves de una relación armónica de ayuda cuando existe una motivación de ser ayudado y de ayudar, y un desequilibrio por edad, posición, capacitación, necesidad, sabiduría… entre las dos partes.
Hay que decir que el éxito de una interacción de este tipo está influenciada por factores propios del tutelado (hasta en un 40 % en psicoterapia) y aquí entrarían factores como su personalidad (seguridad, apertura, optimismo, perseverancia… ), competencias o habilidades, recursos propios y del entorno (grupos de apoyo), experiencias anteriores, gravedad de su situación o problema.
Los factores factores comunes que más contribuyen al éxito de la ayuda de una persona, llamémosle tutor, a otra persona que acude en busca de ayuda o de encontrar un camino, llamémosle tutelado (también extensibles a un grupo) son:
1. Empatía, respeto y autenticidad por parte del tutor
Empatía, respeto y autenticidad es lo que ha de traer el tutor. Se entiende siempre que estas actitudes se asientan sobre una base sólida de competencia y recursos, tanto personales como profesionales según el campo. Así en el campo de la salud, es un profesional de la salud física o mental el que ha de encarnar la figura que aquí designamos como tutor.
Carl Rogers lo resumió de manera genial, sentando las bases de desarrollos e investigaciones posteriores en este campo. La empatía para él era la habilidad de entender y de ponerse en el lugar de y “estar” con el tutelado. El respeto era la actitud de valorar al tutelado como una persona con dignidad y por tanto aceptado de forma incondicional y sin prejuicios. Y la autenticidad era la habilidad de relacionarse de forma transparente y llana con el cliente o tutelado, dejando a un lado la fachada de autoridad del tutor.
Estas tres actitudes se manifiestan de forma clara cuando en la interacción la persona tutora practica la escucha o atención activa, con tono de voz acogedor y gestos de apertura, a veces repitiendo las frases del tutelado, según ha sido contrastado con desarrollos posteriores, como la teoría polivagal de de Stephen W. Porges y las técnicas de Somatic Experiencing de Peter Levine.
Los efectos son mayores cuando el tutor actúa con compasion activa, en la que a la empatía se añade la puesta en marcha de ayuda de forma efectiva y perseverante, con amor desinteresado ecuánime (agape).
2. Expectativas por parte del tutelado
Expectativas es lo que trae el tutelado. Además de sus capacidades, habilidades y personalidad, la expectativa del tutelado es clave. Se encuentra en la base de lo que se denomina efecto placebo, ya ampliamente demostrado. Hay personas que por su sufrimiento y experiencia anterior, crianza y tratamientos, vienen quemadas, desencantadas, con prejuicios y con bajas expectativas, por lo que el nuevo encuentro es una oportunidad más que se dan y dan de recuperar el control de su vida. Los más tocados llegan desesperados en estado de crisis, ellos y a veces también sus allegados. Así que muchas veces el tutor ha de re-crear expectativas, motivar al tutelado.
A la hora de recrear expectativas es importante cambiar el esquema mental con el que viene el tutelado, puesto que ha creado unas explicaciones propias que generalmente no le ayudan a salir de sus problemas y sufrimiento (por ejemplo, se auto flagela con afirmaciones del tipo: el mundo es un caos, soy inútil, siempre me ocurre a mi…). Ahora el competente tutor le hace entender el origen de su sufrimiento, pero también la nueva forma con que puede ser afrontado y superado, de modo que el tutelado recrea las expectativas y la motivación para su auto transformación y desarrolla poco a poco la auto-confianza en sí mismo e incluso la auto-maestría.
3. La alianza que se crea
Una alianza fuerte y de confianza es lo que se ha de crear en la relación. La alianza se basa en la conexión que siente el cliente con el terapeuta, en el nivel de sintonía entre los dos sobre el problema y objetivos, y en el grado de acuerdo sobre el trabajo a realizar. Es algo que se crea desde el principio, y que va evolucionando a más o a menos.
Comienza con la información que el tutelado tiene del tutor, sus experiencias anteriores con otros tutores, y las primeras impresiones, a partir de gestos, tono de voz, mirada, y también vestimenta, espacio físico y otros elementos, que transmiten la competencia del tutor y transmiten seguridad. Siguen con el entendimiento de la filosofía y método que se va a seguir, y se va reforzando con los efectos que se van percibiendo en el proceso. La obtención de beneficios pronto en el proceso suelen ayudar.
Así pues, se pueden destilar los ingredientes clave en una relación tutor-tutelado de ayuda en la auto transformación: una actitud de empatía, respeto y autenticidad, e incluso de compasión activa por parte del tutor; unas expectativas de mejora por parte del tutelado y una fuerte alianza creada entre ambos.
tusabiamente.com
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