La empatía se cultiva con mayor sabiduría y con prácticas como Naikan
La empatía o ponerse en el lugar del otro forma parte de la naturaleza del hombre: nacemos con un cerebro que nos predispone naturalmente a ser empatices. En las diferentes etapas de la vida se desarrolla en mayor o menor medida según las experiencias por las que pasamos. Hoy es posible hacer dos afirmaciones: más empatía produce más bienestar y el aumento de la empatía es posible. Aquí se describe cómo aumentarla intencionalmente: con más sabiduría, usando prácticas como Naikan.
Para Carl Rogers, el psicólogo creador de la psicoterapia centrada en el cliente, la empatía era esencial en toda relación y la definía como: “percibir el marco interno de referencia de otra persona con precisión, con las correspondientes emociones y significados, como si uno fuera la otra persona, pero sin dejar de ser uno mismo”.
Naikan para mirar hacia adentro
Con la práctica del Naikan se aumenta la empatía y la gratitud hacia los demás y hacia el mundo en general. Fue desarrollada en Japón por Yoshimoto Ishin, practicante del Budismo Shin o de la Tierra Pura, en la década de 1940. Actualmente se practica en Japón y también en otros países de Occidente y Oriente.
Nai significa “dentro o interior” y Kan significa “mirar”. Consiste en un ejercicio de mirar hacia dentro, de introspección y reflexión. En él se indaga en lo que hemos recibido y dado, pero tratando de mirar desde la perspectiva de los otros. En su forma más ortodoxa la persona se retira durante una semana y es guiada por un tutor. En el lugar de retiro reflexiona en profundidad sobre tres preguntas en relación con personas próximas a él, generalmente empezando por la madre. Estas preguntas son: 1) ¿Qué ha hecho esta persona por mí?, 2) ¿Qué he hecho yo por ella? y 3) ¿Qué dificultades y molestias le he ocasionado?.
Este ejercicio de reflexión se puede hacer de forma simplificada en sesiones cortas cuando uno se encuentra relajado y con tiempo por delante. El foco inicial de la reflexión, que normalmente es la madre o la persona con la que uno se crió, se puede ir extendiendo en la misma sesión o en otras sucesivas a otros seres próximos, como el padre, un hijo, el jefe… o con personas que nos hacen sufrir. Hay que repasar la experiencia pasada y buscar más allá de lo primero que a uno le viene a la cabeza, que suele ser lo emocionalmente saliente o lo que uno cree que no ha recibido. Dada la tendencia a ver lo negativo y amenazador hacia el yo como mecanismo de defensa, hay que poner intención y esforzarse por ser objetivo e indagar sobre todos los aspectos. Hay que adoptar una perspectiva amplia, que no sea la propia auto interesada, y hacer un esfuerzo por ponerse en el punto de vista de los otros. En la reflexión uno termina dándose cuenta de todo aquello que recibe en lo que no ha caído, como es, por ejemplo, en el caso de la madre, la preparación de las comidas y los cuidados básicos todos y cada uno de los días durante años.
Con la introspección va surgiendo el convencimiento de lo mucho que recibimos. Nos damos cuenta que nuestra perspectiva actual no es objetiva, sino una proyección de nuestra mente (sesgada por nuestros intereses). Terminamos reconociendo que vivimos en un mundo interdependiente, o de individualismo dentro de interdependencia. El debilitamiento de las barreras del yo aumenta la empatía, y también el aprecio y gratitud al mundo en general, a la vida.
La empatía conlleva compasión y humanidad
La empatía hace posible la satisfacción de las necesidades de querer y ser querido de toda persona, y está demostrado que contribuye, junto con la satisfacción de las otras necesidades, al bienestar y crecimiento. Engloba cualidades como respeto, tolerancia, amabilidad, generosidad y misericordia. Se usa a veces el término compasión, y también el de humanidad (como por ejemplo hacen Christopher Peterson y Martin Seligman en sus trabajos sobre las fortalezas de carácter y virtudes). Dentro del campo de las inteligencias, está relacionada con la inteligencia emocional o social. En una vida plena, el individualismo y el interés por el beneficio propio, muy valorados en algunos ámbitos, son solo una parte de la película del ser humano.
Como se ha dicho antes, nacemos con una predisposición a la empatía. Se aprecia en la tendencia natural a socorrer a un ser indefenso, resaltada desde la antigüedad en diferentes culturas (por ejemplo, lo que el confucianista Mencio llamaba brotes). Pero las investigaciones muestran que no todas las personas nacen con el mismo grado de empatía. Muchas de ellas nacen con un nivel muy bajo, y ello se corresponde con un alto grado de psicopatía, que da lugar a una de las personalidades de la llamada triada tóxica. Un psicópata puede actuar de la forma más dura posible sin tener en cuenta los sentimientos de las personas que le rodean, y en los casos extremos llegar a un comportamiento criminal. Y hoy se sabe que es muy difícil conseguir mejoras en la empatía en los individuos con personalidad psicopática.
Entrenamiento en empatía: cultivar la sabiduría
Aparte de los casos extremos, sí se ha demostrado que es posible aumentar la empatía con diferentes métodos. Los más usadas son 1) practicar la escucha activa (ver artículo “Sintonía y resonancia mediante la escucha activa”), 2) exponerse a ambientes diferentes y variados que posibiliten conocer a personas diferentes (aumentar las perspectivas), lo que se puede hacer viviendo fuera, con lectura de ficción o ensayo, y 3) realizar prácticas de cultivo de la sabiduría, de entender yo y el mundo, como la reflexión y la atención plena o mindfulness. Naikan cae dentro de estas últimas.
La práctica de exposición a ambientes diferentes y variados fuerza a salir de la normalidad, dando lugar a flexibilidad cognitiva y ampliación de perspectivas. Son las llamadas “experiencias de diversificación”, que son aquéllas que el sujeto experimenta preferiblemente de forma activa (implicándose) en ambientes no usuales e inesperados. Pueden ser vivir y trabajar en el extranjero, realizar viajes largos… incluso leer ficción o ensayo.
En la práctica de atención plena o mindfulness, que busca la claridad mental, se produce un efecto de distanciamiento o descentralización del yo, y de reconocimiento de la interdependencia con otros seres, y… con la gran sabiduría se llega a la gran compasión (ver artículo “Después de despertar viene ayudar a despertar”).
Estas prácticas (presentes en terapias contrastadas como la MBSR, ACT o DBT) proceden de las tradiciones yóguicas orientales, específicamente del hinduismo de los yoga sutras y del budismo. Estas filosofías en el fondo se pueden considerar psicoterapias para liberarse del sufrimiento y alcanzar estados más o menos continuos de felicidad. Emplean la respiración o la concentración para alcanzar un estado de quietud, para a continuación tomar perspectiva y observar, como testigo, cómo los fenómenos mentales vienen y van, sin juzgar. Con ello se aclara la mente, entendiendo la realidad tal como es: impermanente e interdependiente.
A partir de esas tradiciones han surgido también prácticas específicas centradas en la compasión como CBCT Cognitive-Based Compassion Training). Ésta incorpora como elemento central la meditacion metta o loving kindness donde en estado de calma se envía mentalmente bienestar a diferentes personas, desde las más cercanas emocionalmente (madre, pareja, hijos) a otras más neutras (personas conocidas de vista) y a otras más distantes (personas conflictivas o consideradas enemigas).
Todas estas técnicas de aumento de empatía, como el Neikan, se emplean para el crecimiento personal, y también para tratar diferentes problemas como trastornos psicosomáticos, alteración de estados de ánimo (ansiedad y depresión), recuperación de adicciones o problemas de relación.
Conclusión
Aunque la empatía forma parte de la naturaleza humana y se nace con un cierto nivel de ella, es posible cultivarla y con ello crecer y lograr mayor bienestar. Se puede aumentar con prácticas de sabiduría como la atención plena y la auto reflexión sobre la naturaleza interdependiente del mundo, siendo Naikan una forma sencilla y contrastada. La sabiduría lleva a la compasión.
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