Zhang Zai y Spinoza: dos formas de ver el mundo y actuar en él
Zhang Zai (张载) fue un filósofo chino del siglo XI, en la dinastía Song, perteneciente a la corriente del Neo Confucianismo. Su pensamiento se apoya en la milenaria tradición china de las enseñanzas de Confucio y en los clásicos chinos, así como en el taoísmo y budismo, que estudió en su juventud.
Spinoza fue un pensador occidental heterodoxo del siglo XVII que recibió influencias del judaísmo (tanto del esotérico relacionado con la cábala como del racional medieval de Maimónides), Hobbes, Descartes, su mentor intelectual, y los estoicos. Hizo filosofía y llevó una vida filosófica.
El Qi de Zhang Zai
La idea más importante que introdujo era que todas las cosas forman parte de un todo que llama Qi (este término lo utiliza la sabiduría china en diferentes contextos, significando la mayor parte de las veces energía o fuerza vital). Todas las cosas que existen en este mundo, incluyendo los seres humanos, son manifestaciones de Qi. Éste comprende tanto la materia como todo tipo de fuerzas inmateriales. Los seres y cosas de este mundo, el Qi manifestado, están sometidas a cambios.
Consideraba que, como consecuencia de compartir la misma esencia, todos los seres humanos eran sus hermanos y todas las cosas sus compañeras. Es la idea de benevolencia o amor universal. Con ello daba un paso más en la tradición del confucianismo, donde la benevolencia y humanidad ren llegaban solo a los ámbitos más cercanos, como padres, esposa, hermanos y amigos y, en el caso del gobernante, a los gobernados. Para él, tener benevolencia hacia los otros era como tenerla hacia la propia familia. Hizo de la ética de las virtudes de Confucio una ética universal. Además trató de dar a esta ética una fundamentación metafísica, como se ha visto al principio.
Concedía más importancia al conocimiento obtenido a través del corazón (en la tradición china, el corazón representa la mente, y a través de ella el raciocinio y la intuición) que al obtenido a través de la percepción sensorial. El corazón pertenece a la naturaleza original y puede ser obstruido y bloqueado por la naturaleza o corteza física, donde se ubica la inflexibilidad y el egoísmo. El practicante debe liberarse de esta corteza, para que su corazón quede libre.
Consideraba además que la naturaleza humana era en el fondo buena, y era posible el perfeccionamiento moral mediante el esfuerzo, la educación y el control de los deseos de naturaleza física.
Un texto muy interesante que escribió fue La inscripción occidental, originalmente parte de una obra más amplia titulada Corrigiendo la ignorancia. El texto comienza con los siguientes párrafos:
“El Cielo es mi padre y la Tierra es mi madre, e incluso una criatura tan pequeña como yo encuentra un lugar íntimo en el medio.
Por tanto a aquello que llena el universo yo lo considero mi cuerpo y a lo que dirige el universo yo lo considero mi naturaleza. Todos los hombres son mis hermanos y hermanas, y toda las cosas son mis compañeras”.
La Natura de Spinoza
Baruch Spinoza en su obra clave de la Ética presenta ideas similares, aunque de forma “geométrica”, y expresadas lógicamente con otra terminología.
Para él la Naturaleza (a la que también llama Dios, aunque no en el sentido teísta de un dios personal y trascendente) contiene y es fundamento de todo en el universo. Es eterna, infinita y no tiene causa. Es un todo inmanente e impersonal (panteísmo). Es Natura naturans.
Cada una de las cosas y los seres humanos del universo son “modos” en los que se presenta o manifiesta la Naturaleza. Son Natura naturata.
Una clave para el ser humano es estar en el mundo viendo las cosas como sub specie aeternitatis, o sea como pertenecientes a un todo mucho mayor y común. El conocimiento intuitivo (y racional) supera al captado por los sentidos.
En última instancia el hombre está determinado o condicionado por esa Naturaleza a la que pertenece, pero tiene una clase de libertad disponible: aquella que deriva de su interior, es decir, de la sabiduría que posee y de la actitud que adopta en su vida. Una vida pro activa y de conocimiento-sabiduría, frente una vida pasiva, reactiva, dependiente de los sentidos y las pasiones, y sujeta al egoísmo y sus ataduras (servitutem).
Dice que profundizando en el conocimiento de sí mismo, se avanza en el conocimiento de las cosas y en el conocimiento de la Naturaleza. Ello genera amor hacia ella (amor Dei) y hacia todo lo que la compone. Amor, dice, que no es un amor pasional, sino de índole superior, amor intelectual (empleando un término medieval), no asentado en los sentidos.
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