“Sé el cambio que quieres ver en el mundo” (Gandhi)

Aprender del taoísmo y del estoicismo en 5 coincidencias

Por José Bermúdez Marcos - Psicólogo e Investigador

El taoísmo y el estoicismo coinciden en situar al hombre como parte de algo mayor e inabarcable y en proponer vivir conforme a la naturaleza, controlando el ego, actuando con ecuanimidad, y aceptando y abrazando la transitoriedad de la existencia en el mundo.

El taoísmo surge en China en el siglo VI a. C. y el estoicismo en Grecia en la época helenística , en el siglo III a. C. El impacto de ambos pervive hoy en día.

Es posible que hubiera una influencia mutua en diferentes momentos entre las civilizaciones donde aparecieron las dos corrientes, a través de vías de comunicación, como por ejemplo la ruta de la seda, o mediante el contacto entre Oriente y Occidente que supuso la expansión griega a cargo de Alejandro Magno hasta la India. Esta comunicación parece que también existió entre el budismo y el estoicismo.

Auto cultivarse

A continuación se describen 5 contribuciones importantes de ambas tradiciones, donde existe una similitud:

1. Conciencia de lo absoluto y de la no separación. Para el sabio taoísta el Dao es lo primordial, lo inefable, del que no tiene sentido hablar, porque queda fuera de la capacidad del conocimiento y del lenguaje. El hombre no es algo separado, sino que participa de él. En el Dao se contemplan dos aspectos, el Yin pasivo y el Yang activo, que están presentes en todas las cosas. 

Para el estoico el Logos o Pneuma es el «alma del mundo«, que organiza el cosmos y dirige todos sus procesos, inter penetrando todo. Dentro del cosmos hay elementos activos y pasivos, siendo los primeros los que actúan sobre los segundos, dándole cualidades, y constituyendo la base del hombre y de todas las cosas.  El hombre participa de ese Logos.

2. Vivir de acuerdo con la naturaleza. El sabio taoísta vive inmerso en la naturaleza, siguiendo sus ritmos y alternancias, con espontaneidad y apertura. Se auto cultiva internamente, conectándose y alimentándose de la energía universal, para mantener la vitalidad. Para ello utiliza diferentes ejercicios cuerpo-mente (Daojin, Qigong), como respiración, movimiento armónico, meditación o visualización.

Para el estoico el ideal es seguir la naturaleza, dejándose guiar por sus leyes y regido por la razón. Utiliza “ejercicios espirituales”, mentales sobre todo, para navegar a través de los contratiempos de la vida y para desarrollar lo mejor de su naturaleza, como visualización (negativa), meditación y reflexión, endurecimiento y entrenamiento físico o ayunos.

3. Reducir el ego. El taoísta deja anulada aquella parte suya que busca control y reconocimiento, y que es esclava de las pasiones y afectivamente reactiva. Sabe que si sigue apegándose a unas cosas o temiendo otras, al final es controlado por ellas, que son externas a él. Encuentra la felicidad cuando deja de luchar por ella.

Para el estoico las pasiones incontroladas son lo que produce el sufrimiento. Una persona ha de tener fortaleza, valor y resistencia, y no quejarse. Para él la riqueza y los placeres no son malos, si los usa sin ser dominado por ellos. Sabe que la felicidad no viene de las cosas externas.

4. Ecuanimidad. El hombre sabio sigue el “wu wei”, actúa sin forzar, se comporta como el agua, con simplicidad, tranquilidad, flexibilidad y humildad. Actúa con mente abierta, sin prejuicios, como lo vacío de una vasija, que es lo que da sentido a ésta, aunque no lo parezca. Huye de las comparaciones, de los juicios, y de las críticas, y de lo que marcan como convencional. 

Para el estoico es importante la tranquilidad e imperturbabilidad del espíritu que hace frente al destino, la “ataraxia”, mantenerse impávido. Es capaz de soportar las adversidades, sin llegar a la insensibilidad, y de recuperarse de ellas (resiliencia).

5. Aceptación. El sabio taoísta acepta lo que viene, tanto lo que parece bueno, como lo que parece malo, pues no existe un extremo sin el contrario. Es más, se asombra de lo nuevo que le acontece. Da la bienvenida a todas las cosas, y disfruta con la paradoja y misterio de la vida. Está más allá de esto o eso. El sufrimiento surge cuando uno se resiste al cambio inexorable.

Los estoicos abrazan todo lo que viene y además con una sonrisa. Dicen que no basta aceptar lo que sucede, hay que amarlo (amor fati). Son capaces de discernir entre lo que pueden controlar, y lo que no pueden controlar. Cada obstáculo puede transformarse en “combustible para el fuego”, pues de ese obstáculo se aprende.

Aunque hay similitudes importantes como las descritas, también existen diferencias, en las que no se va a entrar en este artículo.

Rastro perenne

Ambos movimientos, en su vertiente práctica, ejercieron importante influencia en las diferentes corrientes de la llamada «alquimia interna«, entendida como el proceso de auto cultivarse y transformarse, en Oriente y en Occidente, respectivamente. Esta influencia llega hasta nuestros días, apareciendo nítidamente en algunas corrientes de la psicología moderna (por ejemplo, en la Psicología Humanística y Positiva, o en la Psicología Energética).

El taoísmo surgió como reacción al confucionismo imperante en una época de conflictos. El estoicismo apareció en una época de incertidumbre y cambio en el mundo griego (período helenístico), donde se buscaba la seguridad personal.

El taoísmo primitivo (Laozi, Zhuangzi) se desarrolla en diferentes escuelas y posteriormente recibe  elementos del budismo y del confucionismo e incluso adquiere carácter de religión en algunas de sus ramas, a lo largo de las diferentes dinastías de China hasta la actualidad. El budismo procedente de la India con el taoísmo de China da lugar a la rama Chan y posteriormente a la Zen en Japón.

El estoicismo, después de su nacimiento en Grecia (Zenón de Citio, Cleantes de Assos, etc), se desarrolla en Roma (Séneca, Epicteto, Marco Aurelio) y se mezcla con otras corrientes a largo de los años, como por ejemplo, con elementos del cinismo y del epicureísmo. Posteriormente influye en el platonismo dentro de la corriente neoplatónica del siglo III d. C. (Plotino), reapareciendo en elementos del neoplatonismo renacentista. Inspira el pensamiento  de muchos filósofos occidentales, y también tiene un impacto importante en la psicología, como se ha comentado.

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